jueves, 30 de mayo de 2013

La tormenta es necesaria

Esta semana que paso fue una semana de muchos desafíos 

y en momentos que me sentí desinflada y desilusionada. Encontré esto que me 

ayudo mucho a seguir. 

 

Salmos 107:23-32

Reina-Valera 1995 (RVR1995)
23 Los que descienden al mar en naves
y hacen negocio en las muchas aguas,
24 ellos han visto las obras de Jehová
y sus maravillas en las profundidades,
25 porque habló, e hizo levantar un viento tempestuoso
que encrespa sus olas.
26 Suben a los cielos, descienden a los abismos;
sus almas se derriten con el mal.
27 Tiemblan y titubean como ebrios,
y toda su ciencia es inútil.
28     Entonces en su angustia claman a Jehová,
    y él los libra de sus aflicciones.
29 Cambia la tempestad en sosiego
y se apaciguan sus olas.
30 Luego se alegran, porque se apaciguaron,
y así los guía al puerto que deseaban.
31     ¡Alaben la misericordia de Jehová
    y sus maravillas para con los hijos de los hombres!
32 ¡Exáltenlo en la asamblea del pueblo,
y en la reunión de ancianos lo alaben!

 

Los antiguos habitantes de la nación de Axum (ubicada en las
inmediaciones del Mar Rojo, en la actual Etiopía) descubrieron que los
vientos tormentosos de la temporada monzónica podían aprovecharse para
navegar velozmente con velas. En vez de temer a los vientos
huracanados y a las lluvias, aprendieron a capear la tormenta.

El Salmo 107 describe maravillosamente la forma en que Dios permite
que las tormentas se crucen en nuestro camino, para luego brindarnos
ayuda para navegar en medio de ellas: «Porque habló, e hizo levantar
un viento tempestuoso […]. Y los libra de sus aflicciones» (Salmo
107:25, 28).
Confiar en Dios en tiempos de dificultad es un tema bíblico. Hebreos
11 menciona a muchos que utilizaron sus problemas como una oportunidad
para ejercitar la fe y experimentar la gracia, la provisión y la
liberación divinas: «… por fe conquistaron reinos, hicieron justicia,
alcanzaron promesas, taparon bocas de leones, apagaron fuegos
impetuosos, evitaron filo de espada, sacaron fuerzas de debilidad»
(vv. 33-34).

Las circunstancias tormentosas son inevitables. Aunque nuestra primera
reacción quizá sea huir del problema, en su lugar, podríamos pedirle a
Dios que nos enseñe a confiar en Él para navegar en medio de la
tormenta.

Es mejor atravesar la tormenta con Cristo que navegar tranquilos sin Él.

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